viernes, agosto 22

Siempre regreso...

Después de tanto, después de todo y de creer haber crecido, regreso con el mismo sentimiento que me trae aquí. Aunque ahora no pueda reconocerlo, aunque no pueda nombrarlo, es el mismo que siempre me hace escribir, que me come por dentro si no lo hago, que bueno o malo logra hacer que mi cerebro tan abrumado de ideas plasme letras con algún significado, con alguna razón de ser...
Siempre es diferente a la última vez, siempre hay algo más que contar, siempre hay una historia más...

Esta vez lo tengo a él, mi fuerza y mi debilidad, mi ángel y demonio en un solo ser, quien me hace carraspear y llorar de felicidad, quien junto mis pedazos rotos e hizo que encajaran de nuevo, esa persona de la que te enamoras perdidamente, tanto que te sorprendes imaginando una vida a su lado sin darte cuenta y cuando lo haces sonríes y sólo deseas con tantas fuerzas que se haga realidad, que decida quedarse contigo, que no importe cuanto puedan pelear ni cuanto tiempo pase sin darse un abrazo si siempre se sienten unidos...
Él es esos besos que no olvidas y ese abrazo que no quieres que termine, él es esa risa natural y esas lagrimas del alma, la ilusión de un futuro y la tranquilidad de un pasado apaciguado, él es las ganas de llegar a casa y la desesperación de no encontrarlo, es la caricia más tierna y el encuentro más apasionado, es vida y es muerte, es noche tibia y días alegres, es amor y es paz, es el abrigo que llevo al salir de casa y ese trago de agua helada cuando el calor me alcanza, es más de lo que se podría redactar... Lo es todo cuando ya no había nada.

                                    Él es la intensidad con la que sabe amar mi alma.


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